Todos esperamos que algo pase aquí en Haití... desde algo tan simple como "que pase el bus" (o el camión, o el tap tap como se conocen a las camionetas "pick-up" de transporte público en este país), hasta que paso algo que verdaderamente cambie el pavoroso estado de cosas de esta tierra atormentada.
A las orillas del río Bajeux en Puerto Margot, la gente espera para continuar su ruta hacia Le Borgne, apenas 8 kilómetros mas allá. El corto tramo, sin embargo, consume una buena hora de manejo en nuestras Toyota 4x4... y estos poblabores llevan ya esperando un buen par de horas sin que ningún transporte asome.
El puente se lo llevó el río en alguna crecida moderna o pretérita (casi se diría que suena a bolero). A estas alturas da lo mismo... las esperanzas de que se reconstruya en el corto plazo son simple y llanamente nulas. Así las cosas, esta viene a ser casi "la frontera": de un lado Port Margot, Limbé y finalmente Cabo Haitiano, en otras palabras, Haití; del otro lado en cambio Le Borgne, un verdadero enclave con sus micro-dinámicas y reglas propias.
Camiones henchidos de mercancías y gente salen a diario desde Le Borgne. Los conductores saben que cruzar el río, aún con el caudal bajo, ya no es practicable: suficientes veces se han atascado en los bancos de arena a las orillas como para pretender seguir intentándolo. Por eso es que, llegados a este punto, forzosamente deben descargar.
El puente se lo llevó el río en alguna crecida moderna o pretérita (casi se diría que suena a bolero). A estas alturas da lo mismo... las esperanzas de que se reconstruya en el corto plazo son simple y llanamente nulas. Así las cosas, esta viene a ser casi "la frontera": de un lado Port Margot, Limbé y finalmente Cabo Haitiano, en otras palabras, Haití; del otro lado en cambio Le Borgne, un verdadero enclave con sus micro-dinámicas y reglas propias.
Camiones henchidos de mercancías y gente salen a diario desde Le Borgne. Los conductores saben que cruzar el río, aún con el caudal bajo, ya no es practicable: suficientes veces se han atascado en los bancos de arena a las orillas como para pretender seguir intentándolo. Por eso es que, llegados a este punto, forzosamente deben descargar.
La gente pasa de un lado al otro a pie. Obviamente, un pujante servicio de cargadores se ha establecido en el lugar. ¿Será que asistimos entonces al laboratorio viviente en el que se fusionan todas las teorías en boga sobre los Estados fracasados con las del Libre mercado?
La respuesta nos la da el Konbit. Hastiados de la espera, la iniciativa de reparar la vía por cuenta propia logra su masa crítica entre la gente de Le Borgne. Los más dinámicos se han dado cita este domingo para iniciar el trabajo comunal. Nos habían anunciado que asistirían al menos una centena de personas, pero son apenas una quincena. Por ahora no importa: hay un modesto fondo de US$ 5,000 que MINUSTAH va a inyectar en este esfuerzo. Los participantes del Konbit han traído algunas herramientas (una barreta, dos picos, seis palas) y han pagado el viaje de un camión con piedras, tal vez unos 3 metros cúbicos. Todo apunta a que estamos frente a la proverbial gota de agua atada a su irremediable destino de perderse en el mar.
Toca decirse, nuevamente, que por ahora no importa. Allí están los brazos, el entusiasmo y, por supuesto, también el desorden, la intensidad del créole, los gritos y conatos de gresca (no olvidemos que siempre estamos en Haití), todo precediendo y a al mismo tiempo enmarcando la ejecución del trabajo. Una rampa de piedras comienza a cobrar forma ante nuestros ojos, debe servir -ojalá- para que los choferes de los camiones se animen a vadear el río. Algo de la espera de la gente tal vez pueda acortarse...
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