martes, julio 26, 2005

Naufragios varios



A Manuel y su barbado retorno




No hay puerto en Haití frente al cual no descansen, herrumbrosos, los restos de algún buque mercante. Es una imagen recurrente, una referencia tangible, invicta, del estado de cosas en el país. Si quedasen fuerzas y ganas para echarle una mirada romántica y nonchalant a esos armatostes, hasta capaz que alguno de ellos alcanzase a ser mencionado en las narraciones de Álvaro Mutis y así salvarse del impenetrable anonimato al que se encuentran anclados.

Fuera de la ensoñación, esos buques son la pesadilla de cualquier conservacionista y en Cabo Haitiano no podía ser de otra manera. Nada detendrá el que entreguen sus partes a las playas. Sin prisa ni pausa, pedazos de madera, y piezas de metal se irán apiñando con botellas y plásticos, cartones y demás tipos de desperdicios que afean todo borde de mar en este lado de la isla (excepción hecha de un puñado de playas privadas…)

Por favor, que nadie pregunte que hacen las autoridades. ¿Acaso éstas se van a atrever a desafiar el karma de Haití?

Con el tiempo, otros naufragios asoman al ojo del observador.

El de las carcasas de vehículos, plaga de mirmicoleones que infectan Quisqueya (una semana de paciente espera y podrás verlos metamorfosear del beatífico estado de simples autos abandonados, al de desangeladas estructuras cadavéricas).

El de las muchachas dominicanas, que dejan zozobrar sus cuerpos en burdeles embanderados de ropas secándose al sol.

El de ese par de futbolistas brasileños llegados de Vietnam para hacer parte del equipo local.

El del tipo que me mira en el espejo…

domingo, julio 24, 2005

Memoria de fantasmas

Anoche soñé que estaba de visita en Lima, que iba con Carolina al cine a ver una película de estreno, que luego iba a una reunión donde me encontraba con viejos colegas, amigos y mentores, entre ellos Juan Abugattás.

Es cierto que el viaje a Lima se realizará en apenas una semana. También que Carolina me dará el encuentro allí. Asimismo, es altamente probable que vayamos juntos al cine, por lo menos para que yo me desquite de la carencia de cines con buenas películas en Cabo Haitiano. Por último, es factible que haya una o varias reuniones con tanta gente cuya amistad y enseñanzas forjaron la más nítida versión hasta ahora existente de mí mismo (de la cual ojala quede memoria en mi tierra en vez de mi versión actual…).

Lo que ya no va a ser posible es volver a encontrar a Juanito. Juan murió hace algunas semanas. Tenía 57 años.

En mi sueño, el re-encuentro con él me daba una alegría de niño: sin reservas y sin angustia. Era el mismo Juanito de hablar pausado e ideas como saetas quien me explicaba que no le había dedicado ni tiempo ni prioridad a desmantelar la intempestiva noticia de su muerte pues todavía no tenía plena seguridad de haberle ganado la batalla a la parca.

El convite de los espíritus en Haití no tiene el carácter fúnebre de mi habitual memoria de fantasmas. Al fin de cuentas, es Baron Samedi quien me trajo a Juan…
En esta tierra de loas, los espectros anidan en corazones y mentes sin cargas de culpa, sin remordimientos, sin la cosa esa tan “judeo-cristiana” diría Juan.
Mi recuerdo onírico de Juanito, después de más de dieciséis años de haberlo conocido (la edad de Mariana) continúa aún rindiéndole un respeto mastodóntico a los argumentos de su debate frente a la tesis del “Fin de la Historia” que venía apenas de exponer Francis Fukuyama. A todos siempre nos quedó claro que él nunca se achicó frente a los debates de punta en la era de la globalización. Asumió el costo de tener que hacerlo desde la periferia y, aunque alguna vez acarició la idea de regresar a USA a luchar sus tesis desde las entrañas del dragón, se quedó en Lima a darnos lo mejor de sí –“Fue domingo en las claras orejas de mi burro,/de mi burro peruano en el Perú (Perdonen la tristeza)”-. ¿Cómo debatir y contradecir la premisa del argumento que me presentaba el fantasma de Juan bajo tales antecedentes?

Mi respuesta era solamente decirle que lo quise mucho. Y que lo quiso Johanna. El sonreía. Parecía comprender que yo no le planteaba una disputa intelectual y que no había entonces necesidad de debatir. Y con eso quedé en paz y desperté.
La visita a Lima sigue en pie. Pero esta mañana ruego para que, en los sueños que me quede por soñar, me visiten Néstor y Elisa mientras esté en Haití.

miércoles, julio 20, 2005

Konbit en el Rio Bajeux

Todos esperamos que algo pase aquí en Haití... desde algo tan simple como "que pase el bus" (o el camión, o el tap tap como se conocen a las camionetas "pick-up" de transporte público en este país), hasta que paso algo que verdaderamente cambie el pavoroso estado de cosas de esta tierra atormentada.
A las orillas del río Bajeux en Puerto Margot, la gente espera para continuar su ruta hacia Le Borgne, apenas 8 kilómetros mas allá. El corto tramo, sin embargo, consume una buena hora de manejo en nuestras Toyota 4x4... y estos poblabores llevan ya esperando un buen par de horas sin que ningún transporte asome.

El puente se lo llevó el río en alguna crecida moderna o pretérita (casi se diría que suena a bolero). A estas alturas da lo mismo... las esperanzas de que se reconstruya en el corto plazo son simple y llanamente nulas. Así las cosas, esta viene a ser casi "la frontera": de un lado Port Margot, Limbé y finalmente Cabo Haitiano, en otras palabras, Haití; del otro lado en cambio Le Borgne, un verdadero enclave con sus micro-dinámicas y reglas propias.


Camiones henchidos de mercancías y gente salen a diario desde Le Borgne. Los conductores saben que cruzar el río, aún con el caudal bajo, ya no es practicable: suficientes veces se han atascado en los bancos de arena a las orillas como para pretender seguir intentándolo. Por eso es que, llegados a este punto, forzosamente deben descargar.

La gente pasa de un lado al otro a pie. Obviamente, un pujante servicio de cargadores se ha establecido en el lugar. ¿Será que asistimos entonces al laboratorio viviente en el que se fusionan todas las teorías en boga sobre los Estados fracasados con las del Libre mercado?

La respuesta nos la da el Konbit. Hastiados de la espera, la iniciativa de reparar la vía por cuenta propia logra su masa crítica entre la gente de Le Borgne. Los más dinámicos se han dado cita este domingo para iniciar el trabajo comunal. Nos habían anunciado que asistirían al menos una centena de personas, pero son apenas una quincena. Por ahora no importa: hay un modesto fondo de US$ 5,000 que MINUSTAH va a inyectar en este esfuerzo. Los participantes del Konbit han traído algunas herramientas (una barreta, dos picos, seis palas) y han pagado el viaje de un camión con piedras, tal vez unos 3 metros cúbicos. Todo apunta a que estamos frente a la proverbial gota de agua atada a su irremediable destino de perderse en el mar.
Toca decirse, nuevamente, que por ahora no importa. Allí están los brazos, el entusiasmo y, por supuesto, también el desorden, la intensidad del créole, los gritos y conatos de gresca (no olvidemos que siempre estamos en Haití), todo precediendo y a al mismo tiempo enmarcando la ejecución del trabajo. Una rampa de piedras comienza a cobrar forma ante nuestros ojos, debe servir -ojalá- para que los choferes de los camiones se animen a vadear el río. Algo de la espera de la gente tal vez pueda acortarse...

martes, julio 19, 2005

San Martincito de Porres


La visita del día: un analista político que asegura tener "en el bolsillo" la ecuménica reunión del perro, pericote y gato... me toca la indelicada tarea de usar la santa escoba...