No los ví la primera vez que visité Port de Paix en el extremo norte de Haití, pues estaba demasiado preocupado por las audaces maniobras de aterrizaje de la pequeña avioneta en la que viajaba como para reparar placidamente en el paisaje. Pero allí seguían erguidos, balanceando lenta y displicentemente sus hélices, la siguiente vez que llegué a la ciudad, en esta ocasión en helicóptero. Se trata de 5 generadores eólicos de electricidad, clavados en “La Tendrie”, un promontorio desde cuyos flancos se vigila sin tropiezos Port de Paix y el canal que lo separa de la Isla de la Tortuga.
Back to history. Hace 400 años estos mismos parajes fueron el epicentro de la piratería en el Caribe durante la primera mitad del siglo XVII. Allende el canal, centenares de filibusteros, corsarios y bucaneros europeos se asentaron en la Isla de la Tortuga con el propósito de rapiñar el comercio español que transitaba desde los Reinos del Nuevo Mundo a la isla Hispaniola, en su escala final antes de zarpar hacia Cádiz. En breve tiempo la posición se convertiría en una preciada cabeza de playa para el juego estratégico de las potencias de la época.
Españoles, ingleses y franceses se disputaron la plaza en una agitada sucesión de eventos de la cual terminó siendo parte la fundación de Port de Paix en 1665. Con el tiempo, este asentamiento galo justificaría la reclamación del tercio occidental de la Hispaniola para Francia, gracias a una cláusula inserta por Luis XIV en el Tratado de Ryswick de 1697.
Fast-forward al siglo XX. Casi a finales de 1988, la hasta entonces Republica Federal de Alemania puso en marcha las 5 turbinas de la “granja” eólica de “La Tendrie”. Sincronizadas con la central termoeléctrica de Port de Paix, a la cual proveerían de 150KW adicionales de energía, la implantación futurista de estos 5 generadores eólicos abastecerían no solamente las necesidades crecientes de esta pujante ciudad sino también los requerimientos de todos los poblados del litoral hacia el este, hasta llegar a Anse à Foleur.
Hasta aquí es donde se puede hacer la cita mas o menos literal del los varios reportes que proclaman los beneficios del proyecto y su cuota de utopía ansiosa por llevar Haití al desarrollo. Ahora viene su quijotesco final. Ya desde el comienzo, los componentes electrónicos del sistema de control e interfase se revelaron extremadamente sensibles, lo cual resultaba en frecuentes fallas y los consiguientes cortes de suministro eléctrico. Al poco tiempo, el trajín obligado de reparar continuamente el sistema abultaba inesperada e insosteniblemente las cuentas de la empresa estatal de energía eléctrica. Así que sucedió lo que tenía que suceder, con apenas algo más de dos años de funcionamiento la “granja” eólica de “La Tendrie” fue cerrada en 1991. Luego vendrían el golpe militar y la invasión norteamericana para reponer al Presidente Aristide en 1994 y, por supuesto, en medio de las sacudidas políticas, la vandalización de los generadores eólicos.
El epitafio disparatado de los técnicos y expertos esconde sin saberlo parte del avatar de Haití: « il faut retenir qu’il ne suffit que d’un mauvais paramètre dans la définition et dans l’exploitation des centrales éoliennes pour que la pérennité de l’ouvrage soit remise en cause ».
El siglo XXI se vive en Port de Paix con una cadencia adormilada. Cinco mástiles ahora inútiles voltean a mirar ese pasado de piratas allende el Canal de la Tortuga.
Fast-forward al siglo XX. Casi a finales de 1988, la hasta entonces Republica Federal de Alemania puso en marcha las 5 turbinas de la “granja” eólica de “La Tendrie”. Sincronizadas con la central termoeléctrica de Port de Paix, a la cual proveerían de 150KW adicionales de energía, la implantación futurista de estos 5 generadores eólicos abastecerían no solamente las necesidades crecientes de esta pujante ciudad sino también los requerimientos de todos los poblados del litoral hacia el este, hasta llegar a Anse à Foleur.
Hasta aquí es donde se puede hacer la cita mas o menos literal del los varios reportes que proclaman los beneficios del proyecto y su cuota de utopía ansiosa por llevar Haití al desarrollo. Ahora viene su quijotesco final. Ya desde el comienzo, los componentes electrónicos del sistema de control e interfase se revelaron extremadamente sensibles, lo cual resultaba en frecuentes fallas y los consiguientes cortes de suministro eléctrico. Al poco tiempo, el trajín obligado de reparar continuamente el sistema abultaba inesperada e insosteniblemente las cuentas de la empresa estatal de energía eléctrica. Así que sucedió lo que tenía que suceder, con apenas algo más de dos años de funcionamiento la “granja” eólica de “La Tendrie” fue cerrada en 1991. Luego vendrían el golpe militar y la invasión norteamericana para reponer al Presidente Aristide en 1994 y, por supuesto, en medio de las sacudidas políticas, la vandalización de los generadores eólicos.
El epitafio disparatado de los técnicos y expertos esconde sin saberlo parte del avatar de Haití: « il faut retenir qu’il ne suffit que d’un mauvais paramètre dans la définition et dans l’exploitation des centrales éoliennes pour que la pérennité de l’ouvrage soit remise en cause ».
El siglo XXI se vive en Port de Paix con una cadencia adormilada. Cinco mástiles ahora inútiles voltean a mirar ese pasado de piratas allende el Canal de la Tortuga.